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Una nueva manera de entender el dolor crónico que lo cambiará todo

El dolor crónico afecta a millones de personas en todo el mundo y sigue siendo una de las grandes causas de sufrimiento humano pendientes de resolver por las ciencias médicas. A pesar de los avances en diagnóstico por imagen, farmacología y terapias físicas, muchas personas continúan sin mejorar. Se habla a menudo de centralización del dolor, hipersensibilidad, factores psicosociales… pero, ¿y si estuviéramos obviando una estructura anatómica fundamental?

En los Centros de Atención a las Fasciopatías (CAF), proponemos una hipótesis clara y valiente: la fascia superficial, especialmente cuando se encuentra en estado de congestión, puede ser un origen directo del dolor persistente y de la limitación funcional. Esta estructura, integrada dentro del órgano sensorial de la piel, ha sido sistemáticamente ignorada en la práctica médica. ¿Pero por qué?

¿Por qué la fascia superficial ha sido ignorada?

Muchos atlas anatómicos omiten la grasa subcutánea y sus estructuras fasciales. En las disecciones, a menudo se retiran las capas de la piel como si fueran un obstáculo, y el estudio se concentra en los músculos, los huesos, los tendones, los ligamentos u otros órganos internos. En consecuencia, el estudio de la fascia superficial se ha relegado a un segundo plano, y su disfunción nunca ha sido suficientemente considerada como una posible causa de dolor crónico.

Nuestro modelo cuestiona esta inercia. Creemos que la piel y sus capas profundas son una pieza clave del rompecabezas del dolor crónico. Al fin y al cabo, la piel es el órgano sensorial a través del cual percibimos el dolor, entre muchas otras sensaciones. Si esta estructura presenta una alteración —como una congestión—, es perfectamente plausible que esta disfunción pueda generar dolor crónico.

Un cambio de paradigma: la compresión por encima de la inflamación

Una de las aportaciones más disruptivas de nuestro enfoque es la distinción entre inflamación y compresión. En una fasciopatía, no hay enrojecimiento ni calor—es decir, no hay signos inflamatorios. Lo que hay es presión, turgencia, resistencia al movimiento y zonas de sensibilidad dolorosa extrema. Esta diferencia puede parecer sutil, pero en realidad es un cambio de paradigma.

¿Tiene sentido continuar tratando como si fuera inflamación aquello que no lo es? ¿Podemos hablar de dolor crónico sin entender qué pasa realmente en la fascia superficial? ¿Estamos ante una nueva manera de entender la medicina musculoesquelética?

Datos clínicos reales, no solo teóricos

En los CAF, no solo proponemos una teoría: trabajamos con casos reales cada día. Y las evidencias clínicas son contundentes: cuando se trata la fascia superficial, el dolor se reduce y la movilidad mejora de manera sorprendente en muchos pacientes.

Disponemos de una unidad de investigación propia que está recogiendo toda esta evidencia para diseñar y publicar estudios científicos que permitan avanzar en la comprensión del dolor crónico desde una nueva perspectiva anatómica y funcional.

💬 Abramos el debate:

• ¿Crees que la medicina tradicional ha dejado de lado estructuras importantes por falta de visibilidad anatómica?
• ¿Es posible que muchas fibromialgias, dolores lumbares o cervicalgias se expliquen por una fasciopatía no diagnosticada?
• ¿Qué implicaría, para la formación médica, incorporar el estudio funcional de la piel y de su fascia superficial?